domingo, 19 de enero de 2003

La lógica de la oposición venezolana: Destruyamos a Venezuela para salvarla

José Del Grosso/Psicólogo Clínico
Terrorismo es el uso ilegal de la fuerza o la violencia contra personas o propiedades para intimidar o cogobernar la población civil o cualquier segmento de ella en promoción de objetivos políticos o sociales. 
FBI (Tomado de “The Terrorism Research Center)

Terrorismo

La definición de terrorismo que nos ofrece el FBI es muy clara y, en este sentido, no nos debemos dejar engañar por los eufemismos, es decir, por expresiones suaves o decorosas que sustituyen a otras demasiado violentas, groseras o malsonantes. Llamemos al pan, pan y al vino, vino. No caigamos en la trampa de llamar a los terroristas venezolanos oposición.

Ese grupo de individuos que se hace pasar por oposición, entre otros, Marcel Granel, Carlos Fernández, Carlos Ortega, Carmona, Cisneros, Alfredo Peña, los militares alzados y los misócratas (miso: que odian) de PDVSA…; por definición son TERRORISTAS.

Para ilustrar lo que afirmo antes, tomemos tres de sus acciones más destacadas: la “marcha pacífica” del 11/04/2002, que engañando a su propio grupo, termina en Miraflores, de inmediato encarcela a Chávez, deroga la Constitución, elimina la Asamblea Nacional, persigue a miembros del oficialismo…; La toma de la Plaza de Altamira en el mes de Octubre y declararla “Zona libre de Chavismo (un Estado dentro de otro Estado); Incitar a un “Paro Cívico” que, entre otras cosas, ha llevado al país y a la mayoría de sus ciudadanos a la quiebra.

No nos dejemos engañar por la vieja y caduca idea de terrorismo a la que estábamos acostumbrados, es decir, a la de un individuo o grupo de ellos que, desde la clandestinidad, ejercía las formas más evidentes de violencia a través de acciones guerrilleras, asesinando, secuestrando o colocando bombas para destruir lugares claves.

El terrorismo ha ido evolucionando y se ha vuelto cada vez más sofisticado y las armas son algo de lo que ahora se puede prescindir para lograr objetivos ilegales. Sobre ello podrá encontrar información en cerca de 2000 títulos de libros publicados en inglés, en artículos de revistas especializadas o no, periódicos serios como Le Monde Diplomatic o a través de centros de investigación como el Terrorism Research Center. En lo concerniente al terrorismo de los medios de comunicación, puede valerse de análisis de investigadores como Noam Chomsky.

Sí, ya no hace falta colocar bombas o recurrir a actos infames como los del conocido 11 de Septiembre en la ciudad de New York. Los agitadores de nuestro país, hombres de cuello blanco y corbata, gente de “buena familia” disfrazada de respetable, profesionales “formados” en los mejores colegios y universidades de Venezuela y, algunos de ellos, supuestos intelectuales, con el pretexto de estar políticamente en desacuerdo con Chávez y haciendo un uso distorsionado y amañado de las leyes de la Constitución Bolivariana, han hecho al país más daño psicológico y material con su llamado a “desobediencia” y “paros cívicos” (que en verdad son un llamado a la insurrección), que el que fue infringido a las Torres Gemelas y a los neoyorquinos con los aviones que estrellaron contra ellas.

De manera similar a cualquier grupo de fanáticos religiosos, estos insurrectos de forma explícita nos han vendido la idea de que el objetivo es “sacar a Chávez del poder”, siendo su lema implícito: “Destruyamos a Venezuela para salvarla”. “Nosotros no somos responsables de nada. Si hacemos todo esto, es porque Chávez nos está obligando”. Como me dijo un acólito de estos terroristas en una cola: “Yo no estoy de acuerdo con destruir al país, pero Chávez nos obliga, porque no renuncia”.

Justificación ideológica de la violencia

Según la enciclopedia Brockhaus, la palabra ideología se refiere al conjunto de sistemas de pensamiento, valoraciones y criterios intelectuales esenciales generados por un movimiento, grupo social o cultura específica… sistema de ideas creado artificialmente.

Los seres humanos sentimos la necesidad de organizar y dar sentido al aparente desorden que constituyen las manifestaciones del Universo. Ahora bien, no existe una única y exclusiva forma absoluta de organizar y explicar los hechos del Universo. De hecho, todos los intentos filosóficos y científicos han fracasado a lo largo de la historia de la Humanidad, en realidad, existen tantas maneras de organizar y explicar el Universo como individuos existimos. Desde luego, que las diferencias entre una y otra explicación no son tan significativas como para que todos terminemos viviendo en la cápsulas de nuestra propia ideología personal.

Nuestro cerebro ha desarrollado la capacidad de crear para nosotros un mundo de nuestra propia creación y a la medida de nuestra imaginación. Vivimos según el mundo de nuestras percepciones y ellas divergen de individuo a individuo (Si desea ampliar sobre ello consulte, por ejemplo, la obra de Paul Watzlawick ¿Es real la realidad? O Introducción a la Programación Neurolingüística de O´connor y Seymur). En este sentido un individuo puede percibir amenaza o peligro allí donde no lo hay y si la distorsión es suficiente, puede llegar a convencerse de que vive rodeado de enemigos a pesar de estar rodeado de amigos.

La ideología se presenta como una solución al problema del Hombre promedio de tener que explicar lo que ocurre en una sociedad en particular o, lo que ocurre en cualquier sociedad, y esa ideología resulta ser tanto más convincente cuanto más pueda atribuírsele a su autor una capacidad extraordinaria o una gran genialidad. Pero su genialidad no suele ser tal, sino que el autor de una ideología, por lo regular, suele emplear un reducido número de elementos que al ser organizados de cierta forma en una teoría, aparentemente explican la realidad.

En el caso del autor o autores de una ideología terrorista, estos suelen obviar la complejidad de los hechos y de una manera simplista, basándose en la inseguridad, los temores, insatisfacción ante cierto estado de cosas e intereses comunes de un grupo significativo de personas, organizan y explican la realidad de una manera convincente para sus seguidores. Ello facilita la posibilidad de agrupar a individuos ingenuos, su adoctrinamiento y la posibilidad de incitarlos a cualquier tipo de acción. Sobre la misma marcha de los acontecimientos, generando problemas sobre problemas, acciones y contrareacciones, la ideología terrorista va evolucionando a una velocidad vertiginosa y sorprenden los cambios de reglas del juego de un momento para otro, así como el cambio brusco de sus demandas, ideas, valores y criterios. No hay manera de asirlos, no al menos, si uno es una persona que usa la lógica o el sentido común para combatirlos. De hecho, las soluciones para enfrentarlos de esta manera suelen generar nuevos problemas que son más graves que los que ya existían.

La paranoia

El elemento central para darle origen, sentido y perpetuación a cualquier organización terrorista es la paranoia.

La paranoia consiste en un temor infundado y la tendencia a defenderse o a protegerse. El individuo llega a ver peligro o amenazas a su vida en cualquier parte. Piensa que es vigilado constantemente y teme que el hecho de llegar a bajar la guardia pueda serle fatal. Es por esto que concentra sus sentidos en todo aquello que potencialmente pueda serle perjudicial, según su propia definición de de perjuicio. Vg. El haberse creado una Constitución más justa y democrática, intentar rehacer el poder judicial y haber sustituido el Congreso, ya obsoleto y a punto de ser linchado, por una Asamblea Constituyente; despertó en los oligarcas de este país, en sus acólitos y en esa gran cantidad de parias, oportunistas y consabidos miembros de todos de los partidos, que en verdad no pertenecen a ninguno, el temor a perder el control político, económico y militar del país, así como toda una cantidad de beneficios inmerecidos.

Elementos paranoicos que caracterizan a las ideologías terroristas

El temor a la pérdida de la autonomía o del control de las situaciones es uno de los elementos de la paranoia que caracterizan a las ideologías terroristas y acabo de describirla brevemente en el párrafo anterior. 

Aquí es necesario agregar a este elemento que, el grupo nacional de incitadores que se hacen pasar por oposición vio en Chávez y su liderazgo de la Revolución Bolivariana una amenaza a sus desmanes.

Este grupo ha insistido hasta el cansancio en que desde el mismo momento en que el Presidente asumió el poder, han desaparecido todas las libertades y hablan de una dictadura. Así, han calificado como una violación al derecho de la libre voluntad, el tratar de poner orden y detener la corrupción de los oligarcas, sus acólitos y toda la corte de seguidores de la doctrina de la “Viveza Criolla”, de la cual la mayoría de los venezolanos nos hemos quejados por décadas y estamos hartos. 

En el comportamiento de estas personas destaca una exagerada intolerancia a la Ley y el Orden, así como una denonadada independencia, que en el pasado habían logrado comprando abogados, jueces y a otros representantes de la Justicia con dinero mal habido. 

Otro elemento característico importante que muestran los insurrectos y que es una condición indispensable de la paranoia es la suspicacia. Estos individuos ven como una verdadera amenaza a sus intereses, al libre comercio y a la propiedad privada, la iniciativa del gobierno de desarrollar una economía alternativa al neoliberalismo, la globalización y todo aquello que siempre ha representado una base cuya filosofía es: “Yo gano, tú pierdes”; la cual ha demostrado ser fatal para la mayoría de la Humanidad y cuya efectividad consiste en que mientras el 5% del planeta vive exquisitamente bien, otro 5% vive bien, un 10% más o menos bien, el 80% vive en condiciones infrahumanas.

En cada acto del gobierno, buscan y ven a través de ellos signos amenazantes. Con alta frecuencia, los incitadores están a la cacería del significado de las acciones del gobierno, que según ellos, a pesar de estar bien escondidos, saben que están allí presentes.

A diferencia de un científico en búsqueda de cuál pudiera ser la verdad y que se vale de los métodos de razonamiento inductivo y deductivo, para así plantearse teorías o hipótesis alternativas que pudieran explicar los hechos y, finalmente, someter sus teorías e hipótesis a contrastación con el objetivo de modificarlas, descartarlas o reafirmarlas, los terroristas seleccionan sólo aquellos elementos de la realidad que directa o indirectamente confirmen sus verdades y descartan todo aquello que evidentemente las desconfirme. Mejor dicho, a veces, no pasan por alto estos hechos que evidentemente son contradictorios con sus ideas. Lo que hacen es distorsionarlos y cambiar su significado, connotando los hechos a su favor para reafirmar sus teorías e hipótesis.

Gran parte de la suspicacia de los incitadores se refleja en el lenguaje que usan, el cual tiende a clasificar los hechos dentro de los límites de dicotomías absolutas, es decir, carente de matices intermedios: demócratas-dictadores, gente-chusma, blancos-negros, amigos-enemigos.

Otro elemento a destacar, es que los insurrectos se ven a sí mismos como los blancos centrales del oficialismo. 

Hay un refrán que reza así: “Quien se pica, es porque ají come”. Chávez dijo a todo el país que usaría las leyes para encarcelar a los corruptos. Si los insurrectos no lo son, entonces, ¿por qué se sintieron aludidos? Quien nada tiene que temer no reacciona violentamente a la defensiva ni cocina una insurrección. Su reacción defensiva es muy semejante a la de los mafiosos de USA ante Eliot Ned.

Comentarios y acciones hacia los corruptos y que nada tienen que ver con la gente honesta, fueron asumidos como afrentas personales por parte de los que hoy se hacen llamar oposición. De allí, que en el caso de individuos como Alfredo Peña y un Carlos Ortega, sus discursos nos den más la impresión de que se trata de un problema personal con Chávez, que la defensa de una doctrina que muestra ser beneficiosa para la mayoría.

Ese saber las intenciones malévolas del gobierno contra los insurrectos, pone en evidencia otro de los elementos característicos de la paranoia: la grandiosidad, ese creerse los nuevos mesías que salvaran al país de las garras del demonio.

Los cabecillas de esta insurrección dicen y repiten hasta el cansancio ser conocedores y poseedores de la “verdad verdadera”… Sobre ello he hablado en artículos anteriores. Aquí sólo quiero destacar que los delirios de grandeza de los insurrectos, han sido exaltados por la exagerada atención de los medios de comunicación al hacer, por ejemplo, cadenas nacionales de radio y televisión con ocasión de sus arengas o de anunciar nuevos paros nacionales; han sido exaltados por los militares alzados que se les unieron; el apoyo financiero de las grandes industrias internacionales del petróleo; la atención concedida por el Pentágono; el apoyo logístico del Dpto. de Estado de USA y la CIA y la muy dudosa organización de los Derechos Humanos, cuya miopía parece hacerles creer que los buenos de las películas son los malos y que las víctimas, indudablemente, son los criminales.

La hostilidad es otro de los ingredientes que forman parte integral de la paranoia de los agitadores de nuestra Venezuela. Más que sus ideas paranoides, de ser perseguidos, resaltan sus ideas y acciones hostiles hacia el mundo y, a ello, hay que prestarle atención.

Como usted mismo ya habrá apreciado, los rebeldes muestran una actitud beligerante, irritabilidad, susceptibilidad, falta de buen humor, combatividad, tendencia hacia la querella y una tendencia exagerada a defenderse. Si no ha prestado suficiente atención, vea, por ejemplo en la TV a Alfedro Peña o a Carlos Ortega. Vea cómo un Napoleón Bravo llega al paroxismo o cómo un Marcel Graniel o un Carlos Fernández, con caritas de “Yo no fui”, dan muestras de esos mismos rasgos, pero de manera contenida.

Otro elemento adicional que puede apreciarse en los insurrectos es la proyección. La proyección es un mecanismo de defensa muy bien descrito por Freud y Carl Jung. Consiste en la presunción de que las propias tendencias, estados internos, ideas o rasgos inconscientes de personalidad pertenecen a otras personas y no a uno mismo, a quien se mira como poseedor de una imagen totalmente distinta. Un refrán venezolano expresa con su sabiduría en qué consiste la idea de proyección: “cada ladrón juzga por su condición”.

La proyección es una estrategia defensiva que usa el individuo para no verse a sí mismo, no sentir culpa y responsabilizar a los demás de sus actos. 

Alfredo Peña dice que Chávez es un asesino. Pero al finalizar la intentona de golpe de Estado durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez, Chávez fue consciente y reconoció que cuanto hizo sí era un golpe de estado, segundo, asumió toda la responsabilidad de sus actos y, tercero, llamó a sus seguidores a deponer las armas para que no corriera sangre. En cambio, Alfredo Peña ha estado usando a la PM para sus propósitos. Les da órdenes ambiguas para que ellos disuelvan las manifestaciones de los chavistas a su criterio y ante la mortandad de las acciones de la PM, ni asume la responsabilidad de esta ni les aplica las correspondientes medidas disciplinarias a quienes, en sus funciones, han actuado al margen de la Ley.

La justificación ideológica de la violencia

En ese asumir de los insurrectos, que son ellos los únicos poseedores de la verdad verdadera, la cual es tan evidente que no necesita ser confirmada; en sus propios delirios de grandeza que los induce a corregir las situaciones y convencer a los herejes; en base a su clasificación de los seres humanos en amigos y enemigos, en los que ellos son los buenos, los amigos y quienes estén en desacuerdo con ellos, los enemigos que deben ser conversos o eliminados; en su hostilidad a dejar el camino abierto hacia la verdad; ellos, los insurrectos, parecen haber llegado a la conclusión, según su propia manera de pensar, de que, a pesar de odiar la violencia, no les queda otra alternativa que el uso de la fuerza, para abrirles los ojos, en el interés de los propios herejes, a aquellos quienes aún no se han dado cuenta de su error. 
Sí, no nos han dejado elección: “Destruyamos a Venezuela para Salvarla”

Publicado en: 19/01/03 - www.aporrea.org/actualidad/a1999.html